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Breve guía Educativa para sobrevivir en el Masai Mara

Hace ya un puñado de años pasé un día perfecto en el Masai Mara . La temperatura era ideal y un cielo azul e inmenso era decorado por esponjosos cúmulos. Durante la mañana nos topamos con una partida de elefantes. Los animales se disponían a cruzar la pista de tierra arcillosa por la que circulaba el camión que me transportaba —como si fuese ganado— dentro de la emblemática reserva keniana. Nuestro chófer, con buen criterio, se detuvo para cederles el paso. Todavía así, los paquidermos se mostraron recelosos y dubitativos. Se palpaba en el ambiente su nerviosismo: parecían dudar de si podían fiarse de nuestra retorcida especie. Venteaban el aire con sus trompas y, a buen seguro, detectaban el agrio olor del sudor de los traicioneros humanos; un aroma que demasiadas veces su memoria colectiva debió asociar a la muerte de uno de los miembros del núcleo familiar. Finalmente una vieja hembra se adelantó al grueso de la manada y, lejos de titubear, se dirigió directa y valientemente

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